miércoles, 13 de marzo de 2019

Las mujeres en el cine (1910-1973)

El cine, arte del siglo XX por antonomasia, inauguró una serie de formas culturales que le otorgaron visibilidad a ciertos sujetos sociales. Figuras frente y detrás de las cámaras, el caso de la inserción de la mujer en el trabajo cinematográfico es ilustrativo.
Durante el siglo XX en Chile se produjeron una serie de procesos -culturales, económicos, tecnológicos, políticos y de costumbres- que llevaron al país a una ambicionada y discutida modernidad. Sin embargo, el paradigma moderno que vino a asentarse no estuvo exento de contradicciones y tensiones entre los grupos tradicionales de la sociedad y los grupos incipientes. El cine, arte del siglo XX por antonomasia, inauguró una serie de formas culturales que le otorgaron una nueva visibilidad a ciertos sujetos sociales.
El caso de la inserción de la mujer en la cinematografía nacional es ilustrativo: si bien parte importante de las revistas sobre cine durante la primera mitad del siglo XX estaba hecha por mujeres y la producción cinematográfica dirigida a un público femenino, su participación detrás de las cámaras fue bastante escasa. La intervención de la mujer en el arte cinematográfico se centró casi por completo en una labor delante de ellas. Varias actrices del período mudo, pero también del sonoro, se transformaron en íconos de belleza y sensualidad. En otras palabras, la representación de la mujer estaba mayoritariamente dirigida por una visión masculina que mostraba a las mujeres en roles tradicionalmente asociados a "lo femenino".
Sin embargo, durante la primera mitad del siglo XX, tres mujeres chilenas destacaron en la dirección de películas de ficción, todas en el período mudo. La primera de ellas fue Gabriela Bussenius, quien en 1917, en los estudios Giambastiani Films, escribió el argumento y dirigió La agonía de Arauco o el olvido de los muertos, aunque, a pesar de su labor pionera, la ponderación de la historiografía cinematográfica hacia su trabajo fue negativa. A ella se sumaron Rosario Rodríguez de la Serna y Alicia Armstrong de Vicuña con Malditas sean las mujeres (1925) y El lecho nupcial (1926), respectivamente.
Una vez que se introduce la sonoridad en el cine, no aparece ninguna mujer dirigiendo películas de ficción; tampoco luego, cuando se creó Chile Films bajo el alero de CORFO. El trabajo de las mujeres detrás de las cámaras durante las primeras décadas de su desarrollo permaneció relegado, más bien, a funciones tales como las de argumentistas, guionistas o asistentes.
Durante la década del cincuenta, en el período en que la producción cinematográfica encontró una oportunidad de expansión en las empresas privadas, Nieves Yankovic dirigió, en 1958, -junto a Jorge di Lauro, su esposo- el documental Andacollo. A partir de entonces, Yankovic desarrollaría una larga carrera como documentalista.
Desde fines de la década del cincuenta, a pesar de los esfuerzos por profesionalizar y enseñar el oficio del cine y del clima revolucionario de los años que siguieron, el espacio para el desarrollo de un cine realizado por mujeres continuó siendo marginal. No obstante, en los años sesenta y setenta un grupo de realizadoras sobresalió en la filmación de documentales: entre ellas, Ximena Leyton realizó Andanzas de un chileno: fruta (1967), documental en el que presenta a la mujer como parte de un proceso de producción y como eje de la comunidad a través de sus relatos. Destacaron, además, durante este periodo, Filma Canales, Angelina Vásquez, María Luisa Mallet, Carmen Duque y Valeria Sarmiento.
En el periodo de la dictadura militar, algunas de estas creadoras partieron al extranjero, engrosando la producción de los cineastas en el exilio. En la década de los ochenta, con la proliferación de las técnicas de video, las documentalistas formadas en las escuelas chilenas comenzaron a producir documentales que tenían como denominador común un discurso de reivindicación de los grupos sociales silenciados por la represión militar: entre ellos, las mujeres cercanas a los movimientos sociales. Con todo, no sería sino hasta la última década del siglo XX y la primera del XXI que el cine realizado por mujeres se desarrollaría fuerte y sostenidamente dentro de la cinematografía nacional.




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