jueves, 15 de octubre de 2020

Mujer Rural

 




El 15 de octubre, se celebra el Día Internacional de las Mujeres Rurales

Contribuyen  al desarrollo, una cuarta parte de la población mundial- trabajan como agricultoras, asalariadas y empresarias. Labran la tierra y plantan las semillas que alimentan naciones enteras. Además, garantizan la seguridad alimentaria de sus poblaciones y ayudan a preparar a sus comunidades frente al cambio climático.

Las mujeres tienen un enorme protagonismo en el sector agropecuario argentino. El 50% del control de calidad de los alimentos, por ejemplo, está a su cargo.

En el Neolítico, una creación de las mujeres genera una revolución agrícola de amplio impacto global, coetáneamente en diversos lugares, mientras los varones cazaban, ellas recolectaban biomasa vegetal y observaron que, de una semilla caída se generaba una planta, pudiendo reproducir voluntariamente el proceso. Su capacidad de observación también fue importante para diferenciar las que tenían virtudes nutricionales y las que curaban. Fueron agricultoras y médicas usando productos naturales.

Los granos cultivados, requerían una molienda manual, una actividad repetitiva que incluso transformó hasta la estructura ósea de las mujeres de esa época, ya que tenían brazos más potentes con humeros 30% más fuertes que la media actual o 16 % más que el de las remeras de elite actuales.

Ese rol persiste, según la FAO, y a pesar que la población económicamente activa (PEA) del sector agrícola disminuyó en la década del 90, se mantuvo la PEA femenina en alrededor del 50%, con un porcentaje superior en los países en desarrollo (61%) y 79% en los países menos desarrollados.

Una gran proporción de la población masculina está abocada a la agricultura comercial y la población femenina a la agricultura familiar y de autoconsumo. Las mujeres rurales representan un tercio de la población mundial y viven en comunidades que presentan fuertes estereotipos de género, situación que condiciona sus opciones educativas, laborales y sociales.

Estas se encargan de las tareas domésticas no remuneradas en una proporción mayor que los hombres rurales y que las mujeres urbanas. La falta de servicios en las zonas rurales hace que suelan ser las encargadas de obtener agua y combustible para los hogares. Estas funciones llevan tiempo y esfuerzo físico considerables. Esta carga de trabajo limita sus opciones de trabajo remunerado, su tiempo libre (calidad de vida), e incluso sus opciones educativas y laborales.

En Argentina, Susana Balbo, chair del W20, destacó que el 40% de la población rural son mujeres y el 50% del control de calidad de los alimentos está en sus manos. Una estrategia importante para potenciar la equidad podría basarse en facilitar el acceso a la propiedad de la tierra para las mujeres de sectores postergados ya que las mismas mejoran la producción y desarrollan productos regionales de alto valor complementando con una estrategia que potencie políticas de emprendedurismo, cooperativismo y acceso a créditos.?

Respecto al acceso a la educación un estudio realizado en la Universidad Nacional de Córdoba a partir de estadísticas Universitarias, en el año 2018, evidenció que la matrícula femenina muestra un incremento sostenido, representando el 62,1% del total de estudiantes de grado (118.949) con promedios generales sin aplazo de 7,35 respecto a 7,28 de los estudiantes masculinos y consiguen graduarse en un promedio de 8 años, un año antes que los estudiantes masculinos.

Las mujeres eligen estudiar mayoritariamente (75,4%) disciplinas relacionadas con las Ciencias de la Salud (como ciencias médicas, odontología y psicología), las Ciencias Humanas (66,6%), tales como filosofía, letras, ciencias de la educación, artes y lenguas; y las Ciencias Sociales (59,2%), como abogacía, trabajo social y comunicación.

Mientras que los varones se concentran en las disciplinas relacionadas con las Ciencias Naturales, Básicas y Aplicadas (61%), entre las que se incluyen agronomía, las ingenierías, matemática, astronomía, física y computación. En los últimos años en la Facultad de Ciencias Agropecuarias se mantienen valores del 38 % en 2018 pero existen diferencias por carreras: Ingeniería Agronómica cerca del 34%, jardinería 45% y un sector que tiene que ver con la producción pecuaria como es Ingeniería Zootecnista sorprende con un valor cercano al 45%.

En la Facultad de Agronomía de la UBA, según los datos suministrado por Carina Álvarez, secretaria de Desarrollo y Relaciones Institucionales, hay una población estudiantil del 48 % de mujeres, aún no reflejada plenamente en las graduaciones de los dos últimos años que son en promedio del 40%, con predominio femenino en Licenciatura en Gestión de Alimentos (100%), Licenciatura en Ciencias Ambientales (60%) o técnicas como Jardinería (80%), Turismo Rural (62%) o Floricultura (60%); en Agronomía si bien en crecimiento, aún en minoría, con el 28%.

En el cuerpo de profesores, padrón 2017, el 45 % son mujeres incrementándose desde los titulares (26%) a los adjuntos (58%), en eméritos y consultos solo el 10%. En gobierno está ejerciendo la primer decana histórica, Marcela Gally, con una vicedecana y la mitad de mujeres en el Consejo Directivo y en los Secretarios.

En Argentina, el grupo de mujeres rurales surge como un espacio para visibilizar el rol de la mujer rural en la reunión del G20 (2018). En esa instancia la discusión por la equidad también le llegó al campo. Silvia Taurozzi, ex miembro del comité ejecutivo mundial de Louis Dreyfus, presentó una encuesta que indicaba que 5% de las mujeres llega a puestos directivos en el sector a pesar de ocupar el 62% de los empleos. ?

En 2019 se firmó el acta fundacional de las mujeres rurales argentinas en la exposición Agroactiva, avanzando en la conformación de una red integrada por empresarias, productoras, científicas, comunicadoras, referentes gremiales, profesionales y docentes que conforman una verdadera red colaborativa que trabaja en varios ejes: educación y capacitación, buenas prácticas y cuidado ambiental, comunicación, y también en desarrollo local compartiendo como valores el compromiso, la colaboración y el diálogo.

El objetivo de la red es potenciar y compartir propuestas, iniciativas y problemas para generar nuevas posibilidades, promoviendo la complementariedad de los géneros (mixidad) y la equidad desde la concepción de compartir el anhelo del desarrollo sustentable agroindustrial de nuestro país.

La perspectiva a futuro y el gran desafío es que las discusiones de equidad de oportunidades, pasen a un plano menos relevante para comenzar a visibilizar las capacidades para desempeñar los diferentes roles que como actores sociales nos toque ocupar.

La agricultura creada por las mujeres ha sido motor de la historia al permitir incrementar los grupos humanos y generar un excedente de tiempo que permitió el desarrollo del arte y la cultura. Hoy por sus luchas y saberes vuelven a tener una participación calificada en el devenir de la historia. Así culmina el trabajo publicado por Fernando Vilella y Paola Campitelli en CLARIN RURAL

Chile aparece en un lugar destacado en las escalas del continente sobre respeto a los derechos humanos. Sin embargo, las cosas cambian cuando se trata, específicamente, de las mujeres.

El índice de Desarrollo Humano del PNUD sólo lo ubica en el lugar número 39 del Indice de Desarrollo relativo al Género. Peor aún. En la medición del Empoderamiento de Género, el descenso es mayor: el país aparece en el lugar número 51 (1).

Las mediciones indican, entonces, que si bien el avance con respecto a los derechos de las mujeres no ha cesado, aún queda mucho por hacer. Y el tema se agudiza al referirse a las mujeres rurales e indígenas, sectores de la población que sólo han alcanzado un cierto rango dentro de algunas políticas y programas del Estado durante los tres últimos gobiernos democráticos

Según los resultados preliminares del Censo 2002, la población rural chilena corresponde al 13.3% (2) y, según la Encuesta Casen 2000, un 48.4% del universo rural existente entonces correspondía a mujeres. Esto significa que las vidas de un poco más de un millón de personas del género femenino están determinadas por un territorio, condicionamientos culturales y redes de dependencia de producción y supervivencia radicalmente diferentes a las que viven sus congéneres urbanas. Los cambios en la estructura agrícola del país y, por cierto, en la concepción del mercado, también significaron una modificación en el modo en que es concebida la relación de las mujeres con la producción. Así, mientras la Reforma Agraria de los años 60 las llamaba a desarrollar actividades dentro del ámbito de lo doméstico y a integrarse a la sociedad a través de los Centros de Madres, en los años 90 la convocatoria fue a ingresar en la producción agropecuaria, ya fuera como trabajadoras asalariadas, como productoras de cultivos de autosuficiencia o como microempresarias de cara al mercado (3).

Pero, si de políticas públicas se trata, sólo en 1996 el Estado comienza a pensarlas desde su propia perspectiva, marcando –con el Plan de Igualdad para las Mujeres Rurales– un hito en la historia del país.

Porque establecer políticas para la mujer rural no es fácil en Chile, ni en Latinoamérica en general Un condicionamiento determinante es la constatación de que este porcentaje de mujeres no forma un conglomerado homogéneo. Muy por el contrario. En Chile, esta característica común al continente se ve agravada por las radicales diferencias de un territorio disímil desde el punto de vista geográfico, poblacional y étnico-cultural. Por lo tanto, no es posible establecer una categoría social “mujer rural” sin mirar las diversidades que este concepto engloba: variable étnico-cultural, distintos tipos de territorio rural existentes en el país, nivel socioeconómico, relación de las mujeres con las tareas realizadas, nivel educacional (analfabetas o no), posibi lidades de acceso a la salud... Y la lista podría continuar. Estas diferencias deben ser contempladas a la hora de la implementación de los programas específicos (5), pero los diagnósticos deben hacer hincapié en los elementos comunes, algunos de los cuales pueden ser los siguientes: • La discriminación y subordinación derivadas de su condición de género, que cruza toda su existencia. • La situación de pobreza, que en los casos de jefatura de hogar está acentuada por la falta de educación, elemento que, a su vez, incide negativamente en la calidad del trabajo o de los recursos productivos a los que pueden acceder. • La desvaloración e invisibilización de su trabajo productivo y su aporte a la economía, acentuados por la recarga de trabajo, ya que deben realizar sus tareas con una mínima infraestructura –sanitaria, de agua potable y de electrificación– y con un deficitario equipamiento en el hogar y en la comunidad. • La socialización femenina con rasgos, responsabilidades, pautas de comportamiento, valores, gustos, temores, actividades y expectativas que la cultura dominante les asigna como propios de las mujeres

 Fuente: Internet 

https://www.un.org/es/observances/rural-women-day

https://campoenaccion.com/actualidad/en-el-origen-del-agro-est-el-poder-de-observacin-de-la-mujer-y-su-gran-capacidad-de-trabajo.htm

http://www.fao.org/3/ah492s/ah492s01.pdf

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