O la lucha por la emancipación de la mujer y del arte contemporáneo
Publicado
el 30 noviembre, 2017 por Artenea, Por Paula MARÍA @paulapinturilla
Mike Newell saca lo mejor de un reparto
impecable en este filme que conmueve e indigna al espectador a partes iguales.
Un largometraje sobre el coraje y los sacrificios que requiere el progreso, en
una sociedad donde la mujer y el arte contemporáneo son encorsetados por los
valores conservaduristas defendidos por las élites académicas y económicas.
Ficha
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La
sonrisa de Mona Lisa, 2003, cartel
Título
original: Mona Lisa Smile
Año:
2003
Duración:
117 minutos
País:
Estados Unidos
Dirección:
Mike Newell
Música:
Rachel Portman
Reparto: Julia Roberts, Kristen Dunst, Julia
Stiles, Marcia Gay Harden, Maggie Gyllenhaal, Dominic West, Juliet Stevenson,
Topher Grace, John Slattery, Ginnifer Goodwin, Lily Rabe
Palabras
clave: Enseñanza, arte, años 50
Sinopsis
La película La sonrisa de Mona Lisa, Mona
Lisa Smile en versión original, nos acerca a la profesora de historia del arte
recién licenciada en Berkeley, Katherine Watson (Julia Roberts), quien comienza
a impartir clases en esta materia en la universidad de Wellesley, un
prestigioso centro de señoritas situado en Nueva Inglaterra, famoso por su
disciplina y conservadurismo, durante el curso de 1953. El choque entre los
valores progresistas de Katherine y los defendidos en su nuevo centro, donde
las alumnas son preparadas, básicamente, para cumplir la función de esposas y
madres subordinadas a los intereses de sus maridos, complicará la situación de
la señorita Watson, aunque esto no le impedirá luchar por cambiar las cosas
desde los pupitres.
Estados Unidos de los ´50: Prosperidad económica frente involución social.
La película transcurre en los Estados Unidos
de la década de 1950, un periodo donde se gestaron las transformaciones
sociales que se materializaron en revoluciones unos años después;
transformaciones que conllevaron notables esfuerzos para personas progresistas
como la profesora Watson.
Estados Unidos acababa de salir de la guerra
de Corea (1950-1953), el miedo al comunismo era palpable y sus seguidores eran
perseguidos, tanto en los círculos artísticos como industriales, muchas veces
de forma impulsiva, debido, en gran medida, a la tensión social generada a raíz
de los discursos del senador Joseph McCarthy. La Guerra con Corea del Norte
(1950-1953) acababa de terminar, pero el temor a los ataques nucleares seguía
vigente tras el precedente de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
La prosperidad económica derivada de una mayor producción, motivada por una considerable subida del consumo, principalmente, del sector automovilístico; fue disfrutada por las familias ricas, quienes se fueron mudando a grandes construcciones en los barrios residenciales, como se puede observar en la película en las escenas del hogar de Betty Warren, una de las alumnas de la profesora Watson.
Sin embargo, dicha prosperidad no se reflejó,
al menos de forma inmediata, en avances sociales efectivos, si bien, las
revoluciones de los años ´60 fueron, en realidad, la eclosión de los menos
llamativos movimientos de la década que nos ocupa. Centrándonos en el papel de la mujer, el escaso
empoderamiento que había logrado con su entrada en el mundo laboral a raíz del
éxodo masculino generado por la Segunda Guerra Mundial, vivió un retroceso
cuando, al terminar esta, los movimientos conservaduristas volvieron a relegar
al género femenino al cuidado de los hijos, los hogares y los maridos.
Anuncios de la época
Esta posición secundaria queda reflejada a lo largo de toda la película de Newell, aunque hay un detalle que me parece especialmente significativo a pesar de lo anecdótico. El nombre de la sociedad secreta de las alumnas del Wellesley, en la que solo participan mujeres y que se emplea como un lugar de acercamiento y confesiones entre ellas, se llama “Costillas de Adán”; es decir, lo más parecido a una asociación feminista en la escuela recuerda, ya desde su denominación, la posición secundaria y subordinada de la mujer en la sociedad del momento.
El Wellesley y la señorita Watson: El reflejo del panorama artístico y su problemática
En la década de 1950, un jovencísimo Andy
Warhol comenzaba a consolidar su reputación a base de ilustraciones
publicitarias demostrando una marcada personalidad que explotaría una década
más tarde. En 1954, durante el segundo año de la señorita Watson en Wellesley,
moría Matisse, dejando tras de sí la herencia del fauvismo. Un polémico Jackson
Pollock abandonaba, por estas fechas, su estilo de goteo y optaba por tonos más
oscuros.
En España, un célebre Pablo Picasso, cuya pintura ya había pasado por todas sus fases, había logrado llevar, junto con el francés George Braque y el sintético Juan Gris, el cubismo a su máximo esplendor; y ya rendía homenaje a grandes maestros como Velázquez. También al otro lado del charco, grandes nombres consagraban el surrealismo como corriente de alcance internacional.
La arquitectura, por su parte, había dado, y aún lo hacía, nombres que se integraban en corrientes diversas. El funcionalismo de Le Corbusier y sus cinco puntos, eclosionó en el periodo de entreguerras; no menos importante fue el estilo internacional encabezado por el alemán Mies van der Rohe, o el organicismo de Frank Lloyd Writght, muy influenciado por el movimiento Arts and Craft de finales del siglo XIX.
En definitiva, la película de Mike Newell
refleja un contexto artístico en el que las vanguardias ya habían fructificado,
culminando el proceso de renovación artística iniciado por la corriente
impresionista de la segunda mitad del siglo XIX. Sin embargo, ciertos sectores
de la sociedad aún no habían interiorizado estos nuevos estilos y valores
creativos: se resistían a considerarlos arte. La profesora Watson se mostrará,
desde el primer momento, como una apasionada del arte contemporáneo, aunque
esto no le impedirá apreciar el valor de los clásicos. Los directivos del
Wellesley, por su parte, rechazarán el arte moderno hasta el punto de
cuestionar el programa docente de la anterior. El diálogo siguiente entre
Katherine y el doctor Edward Staunton, su supervisor en la universidad, ilustra
esta disyuntiva, además del comportamiento elitista de la institución:
La situación de la mujer y del arte
contemporáneo en los años ´50
Uno de los principales méritos de La sonrisa
de Mona Lisa es su capacidad para establecer una clara analogía entre la
posición de la mujer y la del arte contemporáneo, en la sociedad estadounidense
de los años ´50.
Los artistas contemporáneos eran considerados por las élites académicas conservadoras como creadores estridentes, cuyo trabajo no había alcanzado la madurez ni la solidez necesaria para ser denominado “obra de arte”. Lo mismo ocurría con la situación de las mujeres.
Tanto la publicidad como la tradición hacían de la mujer una figura subordinada a su marido, casi al nivel de una esclava, pues esta necesitaba estar tutelada por alguien, como un niño que requiere de un padre que le marque el camino.
Fuente. internet
En esa época muchas mujeres, aprendían facilmente lo que quisieran, pero la sociedad las criticaban si se salían de ese esquema, pero aún así muchas lo hicieron
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