Una dimensión menos difundida acerca de esta experiencia de profundos cambios en el agro, es el examen del proceso desde una perspectiva de género. Las investigaciones académicas y provenientes de organizaciones no gubernamentales, apoyadas en parte en el testimonio oral campesino de la época, dan cuenta de los diferentes efectos y significados que la Reforma Agraria tuvo para hombres y mujeres. Una característica decidora es que el proceso distributivo de tierras que se implementó se caracterizó por la exclusión femenina. Casi en su totalidad, la población campesina que resultó favorecida con la repartición de las tierras expropiadas era masculina. La ley estipulaba que los beneficiarios demostraran haber sido inquilinos en las haciendas expropiadas y además, que tuvieran la condición de "jefes de hogar". Al excluir a las mujeres del acceso a la tierra y al acelerar el descenso de los oficios femeninos en las haciendas, la Reforma Agraria incrementó la dependencia económica de ellas respecto de sus esposos. Esta realidad, que redujo el espacio laboral de las campesinas al trabajo hogareño, resultaba coherente con el modelo de "familia moderna" que promovían las diversas instituciones reformadoras.
Sin embargo, las mujeres no estuvieron exentas de
beneficios. La Reforma Agraria tenía un carácter democratizador que impulsaba
la expansión de servicios públicos y derechos de protección social que, hasta
entonces, el sector rural desconocía o aplicaba en forma muy restringida.
La sindicalización y movilización política del campesinado,
procesos eminentemente masculinos, fueron logros de la Reforma Agraria. No
obstante, las mujeres fueron convocadas masivamente por otras instancias de
participación social, también propiciadas por el movimiento reformista; entre
ellas, los Centros de Madres, las Juntas de Vecinos y los programas de
alfabetización. Por su parte, las mujeres jóvenes encontraron otros espacios de
sociabilidad mixtos. Esta participación junto a su mayor escolarización, las
nuevas ofertas laborales y la penetración de la cultura juvenil urbana,
produjeron un inédito distanciamiento de las jóvenes con respecto de las
generaciones femeninas anteriores.
Entre la década de los sesenta y 1973, la Reforma Agraria
dio fin al régimen de hacienda, que fue un sistema de producción y de
relaciones de poder vinculados a la gran concentración de la propiedad rural y
el inquilinaje. Esta institución de origen colonial, que por siglos otorgó a la
elite chilena prestigio, riqueza y liderazgo político en base a una mano de
obra cautiva, fue erosionada irremediablemente y en pocos años por una
determinante intervención estatal.
Además
María Castro (1945)
Los trabajos de las mujeres entre el campo y la ciudad 1920-1982 : campesina, costurera, obrera de la costura, empleada doméstica, cocinera de fundo, temporera / Macarena Mack, Paulina Matta, Ximena Valdés. [Santiago] : CEM, 1986 ([Santiago] : Arancibia) 108 p.
Fuente: Internet
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