Primera mujer en ser profesora
titular de la Universidad de Chile. Consagró gran parte de su obra al estudio
de la educación en Chile, además de desarrollar diversas investigaciones sobre
literatura castellana. Fue defensora del sufragio femenino y fundó el “Círculo
de Lectura”, que se constituyó como una herramienta de formación intelectual y
política para las mujeres de su época.
nació el 5 de diciembre de
1886 en una familia de la incipiente clase media chilena. Fue bautizada e
inscrita en el registro civil como Amanda Pinto Sepúlveda y sus padres fueron
Onofre Pinto Pérez de Arce, abogado y comerciante, y su madre Sabina Sepúlveda.
Vivió su infancia en el
Santiago de fines del siglo XIX y principios del XX que sufrió profundos
cambios materiales debido al crecimiento económico del país. Sus primeros años
de estudio los realizó en una escuela primaria de la calle San Isidro y luego
en el Liceo Recoleta de Isabel Le Brun Reyes (1845-1930), conocido
posteriormente como Liceo Isabel Le Brun de Pinochet. En ese lugar, gracias a
la preocupación de Le Brun por la instrucción femenina, Labarca pudo
desarrollar por primera vez sus inquietudes intelectuales y su interés por la
educación. Siguiendo esas inquietudes, se graduó tempranamente de Bachiller en
Humanidades a la edad de 15 años, luego de rendir sus exámenes en el Instituto
Nacional, establecimiento encargado de entregar ese título a las mujeres que lo
solicitaran y cumplieran con los requerimientos académicos.
Trabajó como profesora
primaria en el Santiago College, donde además se desempeñó como secretaria
asistente de la dirección. Durante esta época conoció al escritor Guillermo
Labarca Hubertson (1879-1954), quien posteriormente fue su marido. Juntos
ingresaron al Instituto Pedagógico, ella para estudiar Castellano y él Historia
y Geografía. Producto de los rumores de un romance con Guillermo Labarca, su
madre le exigió matrimonio bajo amenaza de desheredarla. Motivada por las
profundas diferencias con su madre, luego de contraer matrimonio con el
escritor adoptó sus apellidos y rompió definitivamente los lazos con su
familia.
En diciembre de 1905 obtuvo el
título de profesora de Estado en Castellano por la Universidad de Chile, con
tan solo 18 años. Al año siguiente fue nombrada subdirectora de la escuela
Normal Nº 3, con lo que siguió el camino abierto previamente por Eloíza Díaz
Insunza (1866-1950), quien inició el ingreso de las mujeres a la educación
superior. En 1907 publicó su primera obra titulada Impresiones de Juventud, un
estudio de la "generación de 1898" que agrupó a escritores,
ensayistas y poetas españoles. Dicha obra fue la primera de varias experiencias
como estudiosa e investigadora de la literatura castellana, lo que le entregó
reconocimiento entre sus pares intelectuales y académicos.
Al viajar a Estados Unidos,
estudió en la Universidad de Columbia y luego de mudarse a Francia, se integró
como estudiante en La Sorbonne de Paris, lugares donde terminó su formación en
las nuevas teorías pedagógicas y se acercó a las ideas feministas vigentes en
esa época. Dichos viajes fortalecieron su convencimiento de que las mujeres
podían y debían acceder a todos los niveles educativos, además de abrir
espacios para su participación política.
Uno de los resultados de estos
viajes fue la publicación de su primera novela titulada En tierras extrañas
(1914), en la que pudo expresar a través de la ficción sus ideas sobre las
diferencias educacionales entre Chile y Estados Unidos, a la par con la
publicación de Actividades femeninas en Estados Unidos (1914), texto de
carácter político donde expresó sus apreciaciones e ideas sobre el feminismo
norteamericano y la necesidad de que las mujeres chilenas se insertaran en la
política nacional.
A partir de estas experiencias
en el extranjero y su análisis crítico sobre el sistema educacional chileno,
abogó por la transformación de la docencia y la enseñanza en herramientas
indispensables para el cambio social. Estas ideas las plasmó primero en su
sección "La hora de los libros" de la revista Familia, donde escribió
entre 1914 y 1916. En ese espacio editorial dejó en claro su punto de vista
sobre la importancia de la educación para las mujeres y la lectura crítica de
la literatura como un medio de interpretación de la realidad. Además, creó
espacios de participación para mujeres como el "Círculo de Lectura".
Participó también en el "Club de Señoras de Santiago", asociación que
le permitió un acercamiento a mujeres de la elite y de la clase media con
intereses intelectuales y políticos similares.
Gracias a su formación
pedagógica y su trabajo como educadora, el presidente Juan Luis Sanfuentes
(1858-1930) la nombró en 1916 profesora de Castellano y directora del Liceo Nº
5. Desde su estadía en el extranjero dedicó su tiempo a la escritura y
publicación de diversos estudios sobre educación. En 1918 publicó, por ejemplo,
Las escuelas secundarias en los Estados Unidos (1919) y tomó la cátedra de
Sicología Pedagógica en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile.
Respecto a su militancia e
ideas políticas, desde muy joven fue parte del Partido Radical junto a su
marido, y desde esa posición impulsó la organización de las mujeres y la
defensa de sus derechos civiles a través de la Asamblea Radical de Mujeres, lo
que la convirtió en una de las principales promotoras del voto femenino. Como
feminista y activista política fue miembro del Consejo Nacional de Mujeres,
organización que defendió como derechos propios de la mujer el sufragio, el
divorcio, la exigencia de políticas de control de natalidad y la ampliación del
trabajo femenino. En 1922 utilizó su posición como docente de la Universidad de
Chile para presentar un proyecto de ley que modificara el Código Civil con la
finalidad de otorgar mayores derechos a las mujeres. Entre 1922 y 1939 fue
simpatizante del Partido Cívico Femenino y durante un período dirigió la
revista Acción Femenina (1922-1939).
Debió suspender sus
actividades docentes durante los primeros años de la dictadura de Carlos Ibáñez
del Campo (1877-1960), quien censuró y persiguió a los intelectuales y
políticos de centro-izquierda. Posteriormente, en 1931, fue nombrada jefa de la
Dirección General de Educación Secundaria del Ministerio de Educación por el
presidente Juan Esteban Montero (1879-1948). Creó las famosas Escuelas de
Temporada de la Universidad de Chile y en 1939 publicó Historia de la Enseñanza
en Chile, un estudio acabado de la historia de la educación nacional desde el
periodo de la colonia hasta la década de 1930, donde analizó las diferentes
etapas de desarrollo de la misma y puso énfasis en los problemas de la
educación elitista.
En la década de 1940 fue
nombrada representante del gobierno de Chile al mando de Pedro Aguirre Cerda
(1879-1941) ante las Naciones Unidas y fue jefa de la Comisión de Estatus de la
Mujer entre 1947 y 1949. En este periodo publicó Bases para una Política
Educacional (1943), texto en el que promovió la función social de la educación,
la que debía estar al servicio de la población y del país, a través del
mejoramiento de la calidad de vida de los ciudadanos.
En 1964 fue distinguida como
Miembro Académico de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de
Chile y en 1969 de la Academia de Ciencias Políticas, Sociales y Morales del
Instituto de Chile. Sus últimos años los dedicó a la escritura de numerosos
estudios relativos a la educación y la mujer, artículos de opinión en
periódicos y revistas y continuó con sus famosas tertulias, ampliándose a
importantes intelectuales de toda Latinoamérica.
Falleció en Santiago el día 2
de enero de 1975.
http://www.bibliotecanacionaldigital.gob.cl/visor/BND:285218
http://www.bibliotecanacionaldigital.gob.cl/visor/BND:329121
http://www.bibliotecanacionaldigital.gob.cl/visor/BND:289279
Cronología
1886 5 de
diciembre. Nace en Santiago en el seno de una familia de clase media Amanda
Pinto Sepúlveda, conocida posteriormente como Amanda Labarca.
1902 Amanda
Labarca estudia en el recién creado Instituto Pedagógico.
1903 Amanda
Labarca es designada ayudante de la Escuela Normal N° 3 de Santiago, junto con
el cargo de secretaria de la Asociación de Educación Nacional, encargada de la
Revista de Educación.
1905 Termina
sus estudios de pedagogía en la Universidad de Chile, titulándose como
profesora de Estado.
1906 Se casa
con el profesor Guillermo Labarca Hubertson, adoptando sus dos apellidos.
1907 Amanda
Labarca presenta sus conferencias "La novela castellana hoy" y
"La poesía castellana hoy" en la Universidad de Chile.
1909 Amanda
Labarca publicó Impresiones de juventud, una recopilación de ensayos sobre la
literatura española y su influencia en Chile y Latinoamérica. Incluye en esa
edición su conferencia "La novela castellana hoy".
1912 Viaja a
Francia junto a su marido y continúa sus estudios en la Universidad de La
Sorbonne en Paris.
1914 Amanda
Labarca se integra como columnista en la revista Familia con su sección
"La hora de los libros".
1915 13 de
julio. Amanda Labarca, en colaboración con el Club de Señoras de Santiago, crea
el Círculo de Lectura. Su fundación y actividades fueron publicitadas en la
revista Familia entre 1915 y 1916.
1916 Amanda
Labarca es nombrada profesora de castellano y directora del Liceo N° 5, de
Santiago.
1918 Viaja a
Estados Unidos como enviada especial del gobierno para estudiar el sistema
educativo de ese país.
1922 Obtiene
una plaza de profesora extraordinaria en la Facultad de Filosofía y Humanidades
de la Universidad de Chile.
1923 Amanda Labarca
es ascendida al grado de profesora ordinaria de filosofía en la Universidad de
Chile.
1932 Participa
activamente en la creación del Liceo Pedagógico Experimental Manuel de Salas.
1952 Se jubila
como profesora de la Universidad de Chile.
1961 Crea la
Liga Cívica Femenina.
1967 Participa
en la creación de la Confederación de Organizaciones Femenina.
1969 Es
designada miembro de la Academia de Ciencias Políticas, Sociales y Morales del
Instituto de Chile.
1975 2 de
abril. Fallece en Santiago a los 88 años.
Con ocasión de cumplirse 100 años del Consejo Nacional de
la Mujer, que aspiraba a cambiar la desigualdad de género que existía en el
país y cuya presidenta fue Amanda Labarca, publicamos el perfil de quien fue no
solo una famosa activista feminista, sino una pionera en educación. Esta
crónica, dada a conocer por la Revista de Educación hace algunos años atrás,
pone de relieve justamente esa faceta.
“Yo quería ser
médico, pese a que lo que más me gustaba era la historia. Alcancé a llegar
hasta la puerta del antiguo edificio de la Escuela de Medicina. Me encontré tan
chica, joven, niña aún, que pedí a mi padre que me matriculara en el Instituto
Pedagógico (de la Universidad de Chile) hasta cumplir los 16 años”.
Con estas
palabras, publicadas en “El Mercurio” en febrero de 1969, Amanda Pinto
Sepúlveda, más tarde conocida como Amanda Labarca Huberstone, recuerda sus
inicios en la pedagogía. Una época en la cual recién aparecían las primeras
mujeres profesionales, a pesar de que ya habían pasado más de 25 años desde que
se dictó el Decreto Amunátegui, que señalaba que “que las mujeres deben ser
admitidas a rendir exámenes para obtener títulos profesionales con tal que
ellas se sometan a las mismas disposiciones a que están sujetos los hombres”.
En el Instituto
Pedagógico –ubicado en la esquina de calle Cumming con Alameda- se relacionó
muy bien con la gente. En Castellano, eran seis alumnos, de los cuales sólo
tres eran mujeres. En los otros cursos, el número de alumnas era más bajo,
nunca más de dos.
“De las compañeras de época, recuerdo a Isaura Dinator de
Guzmán, luego directora del Liceo de Aplicación de Niñas, y a Hayra Guerrero de
Sommerville, directora del Liceo 3 de Niñas, ambas de cursos superiores. Del
mío, recuerdo a Rosa Araneda, que fue directora de liceos del sur (…) Entre los
profesores, los que más me impresionaron, están Rodolfo Lenz, de lingüística y
Enrique Nercasseaux y Morán, hispanófilo eminente en literatura”, declaró a “El
Mercurio”.
Pero su primer año
de estudios fue complicado. Tal como señaló en esa misma publicación, le
molestaba demasiado tener que ir acompañada por una “carabina” o dama de
compañía. Por esa razón, al año siguiente protagonizó una rebelión familiar y
anunció que no aceptaría se la enviase acompañada a la universidad. Logró su
objetivo
Inicio de su carrera docente
A pesar de no haber sido una alumna brillante en el
colegio –estudió en un establecimiento de la calle San Isidro; luego en el
Colegio Americano y finalmente en el Liceo de Isabel Le Brun de Pinochet-, la
pedagogía era lo suyo. Desde muy niña devoraba cuánto libro cayera en sus
manos, afición que sin duda influyó a la hora de elegir una profesión:
Pedagogía en Castellano.
Cuando cursaba el tercer y último año de esa carrera,
comenzó a trabajar en el Santiago College, donde –según “El Mercurio”- se la
conoció como “Miss Pintito”, ya que Pinto era su verdadero apellido, y Labarca
el de su esposo, con quien se casó en esta misma época. El posterior cambio de
apellido, relató ella misma a ese diario, estuvo influenciado por las
norteamericanas que conoció en el Santiago College quienes no conservaban su
apellido de soltera.
En diciembre de
1905 obtuvo su título y a partir de ese momento, su carrera avanzó
meteóricamente. Entre 1906 y 1909 se desempeñó como subdirectora de la Escuela
Normal No. 3 de Niñas en Santiago. Y en 1909, hizo clases de Castellano en el
Liceo Nº 2 de Niñas de Santiago, año en el que participó, junto a otros
educadores, en la fundación de la Sociedad Nacional de Profesores.
En 1910, viajó con
su marido a Estados Unidos y estudió en Nueva York, en el Teachers College de
la Universidad de Columbia, donde entre sus profesores se encontraba John
Dewey, quien ejerció gran influencia sobre su posterior práctica político-educativa.
En 1912 viajó a Francia y allí también continuó especializándose, ahora en
París, en la Universidad de La Sorbonne.
“Son estos viajes los que la enfrentan a la discusión
internacional en torno a la problemática de la mujer, en un momento histórico
de gran efervescencia en relación al tema”.
Diamela Eltit,
“Crónica del Sufragio Femenino en Chile”, SERNAM (Servicio Nacional de la
Mujer), 1994.
“Círculo de Lectura”
Una vez de regreso
en Chile, en 1915, Amanda Labarca creó esta instancia de encuentro, que marcó
un cambio radical en los movimientos femeninos. Hasta entonces, las mujeres se
agrupaban en torno a labores de beneficencia en organizaciones como la Cruz Roja
o la Fundación Gotas de Leche, que ayudaba a los más necesitados.
En cambio, el
“Círculo de Lectura” nació según las normas de los “Readings Clubs” existentes
en Estados Unidos y, según la autora del libro mencionado anteriormente,
“promovía el perfeccionamiento cultural de la mujer, mediante charlas y
conferencias para así ubicarla en el panorama de las problemáticas
contemporáneas. A estas reuniones llegaban mujeres pertenecientes a sectores
medios y acomodados de la capital”.
La escritora Diamela Eltit cuenta que en el interior del
“Círculo de Lectura” surgieron diferencias entre sus miembros:
“Es así como en
1916, una fracción crea el “Club Social de Señoras”, bajo el liderazgo de Delia
Matte de Izquierdo, que convoca a mujeres de clase alta, preocupadas por las
limitaciones culturales y sociales que les impone su rol. Entre las
participantes destacadas está la escritora Inés Echeverría Larraín, conocida
bajo el seudónimo de Iris, quien señala así las motivaciones que mueven al Club
de Señoras: “Con nuestra mayor sorpresa han aparecido unas mujeres
perfectamente educadas, con títulos profesionales, mientras nosotras apenas
sabemos los misterios del Rosario”. “Entonces, sentimos el terror de que si la
ignorancia en nuestra clase se mantenía dos generaciones más, nuestros nietos
caerían en el pueblo y viceversa…” y añade “Se está realizando una rápida
evolución dentro de mi propia generación, y a nosotras nos cabe la honra de ser
las primeras mujeres que abrimos la vieja jaula colonial”
Diamela Eltit,
“Crónica del Sufragio Femenino en Chile”, SERNAM (Servicio Nacional de la
Mujer), 1994.
En este libro, explica que “tanto el Círculo de Lectura
como el Club Social de Señoras incorporarían temas inéditos hasta entonces en
las organizaciones femeninas, como la preocupación por las condiciones
específicas en las que se desenvolvía la mujer y la desigualdad ante la ley
imperante”. Incluso el Círculo llegó a tener un periódico llamado “Acción
Femenina”, que tuvo una destacada participación en la lucha por la obtención
del sufragio universal.
Así en 1916
comenzaba a gestarse un nuevo escenario para la mujer. Y en ese mismo año,
Amanda Labarca era nombrada directora del Liceo de Niñas N°5 “Rosario Orrego”
de Santiago, designación que rechazó el Partido Conservador por considerar que
tenía un carácter liberal e independiente. Pese a ello, fue ratificada por el
Presidente Juan Luis Sanfuentes.
Tres años después
fundó el Consejo Nacional de Mujeres, cuya preocupación central era la
obtención de una mayor justicia social para ellas. Como su presidenta, Labarca
solicitó formalmente los derechos civiles y políticos. Cumplió, en parte, su
objetivo con la promulgación del decreto ley del 12 de marzo de 1925 que
levantó las incapacidades legales de las mujeres, pues hasta ese momento la
condición de las chilenas era equivalente a la de un menor de edad.
Primera académica universitaria
Cuando Amanda tenía 36 años, consiguió lo que ninguna
mujer en Chile ni en Latinoamérica había logrado: hacer clases en una universidad.
En 1922, fue nombrada profesora extraordinaria de Sicología de la Facultad de
Filosofía, Humanidades y Educación de la Universidad de Chile.
La importancia del
cargo fue celebrada en un homenaje que le brindaron académicos, mujeres y
estudiantes, acto al que asistió el Presidente de la República, Arturo
Alessandri Palma, y el entonces presidente de la Sociedad Nacional de
Profesores, Pedro Aguirre Cerda.
Al año siguiente,
fue ascendida al cargo de profesora ordinaria de la Facultad de Filosofía y
Humanidades y, por lo tanto, pasó a ser miembro activo de la comunidad
educativa. Ideó las Escuelas de Temporada de la Universidad de Chile, las que
hasta hoy permanecen vigentes, y formó parte del Consejo de esa casa de
estudios.
Más tarde, en mayo
de 1931, fue nombrada delegada del Presidente de la República en el Consejo,
cargo que ejerció durante 20 años. Ese mismo año asumió como Directora General
de Educación Secundaria. Su labor fue próspera: impulsó la fundación, el 28 de
marzo de 1932, del Liceo Experimental Manuel de Salas, el cual estuvo presidido
por un Consejo integrado por ella misma, Irma Salas, Guillermo Mann, Darío
Salas y Arturo Piga. Este Liceo -el primero en admitir de manera mixta a
varones y mujeres a la enseñanza secundaria en Chile- pasó a depender de la
Universidad de Chile en 1942.
Defensora del sufragio femenino
La vida de Amanda
Labarca transcurrió entre la actividad docente y la causa por la emancipación
de la mujer chilena. Diamela Eltit en “Crónica del Sufragio Femenino en Chile”
señala en forma muy asertiva que ella fue “representante de lo que hoy se
podría denominar feminismo igualitario”, es decir, paridad social entre hombres
y mujeres.
Militante del Partido Radical, fue vicepresidenta de la
Asociación de las Mujeres Universitarias, en 1932, y al año siguiente se
convirtió en una de las fundadoras del Comité Nacional pro Derechos de la
Mujer, creado junto a Elena Caffarena y otras mujeres.
Desde instancias
como éstas promovía la lucha por la obtención del voto femenino, cuyo primer
logro fue el derecho a voto en las elecciones municipales, otorgado en 1934.
En 1944 fue electa Presidenta de la Federación Chilena de
Instituciones Femeninas (FECHIF), organización que aglutinaba a todos los
movimientos y agrupaciones femeninas del país, con miras a la obtención del
voto amplio para las chilenas.
En esa época
comenzó a gestarse su libro “Feminismo Contemporáneo”, publicado en 1947 por la
Editorial Zig Zag, en el cual señaló:
”Mientras menos personas acudan a los comicios, porque
son analfabetos, indiferentes o ausentistas, o, porque a la mitad de la
población –constituida por los elementos femeninos- se le prohíbe votar, más
febles serán las bases del gobierno y más próximo estará a convertirse en
dictadura de unos pocos. Los intereses de un grupo reducido acallarán los
anhelos generales (…) EI hábito no hace al monje. No basta rotularse de
república democrática. Precisa que lo sea de verdad, aumentando y mejorando
continuamente sus bases, ampliando el sufragio a un número siempre creciente de
ciudadanos y educándolos a todos –hombres y mujeres- en sus responsabilidades
ante la vida nacional.
Si con la
participación femenina, la mayoría tendiese hacia la derecha, lo deploraríamos
todos cuantos somos izquierdistas; más, acatando los principios y fundamentos
democráticos, trabajaríamos por superarla por medio de una acción inteligente,
de una persuasión traducida en hechos que aliviasen el sufrimiento popular y
que proveyesen al bienestar de todos para atraernos de nuevo el favor perdido.
En esa lucha correcta y legal entre las mayorías y minorías radica la
posibilidad de progreso de una democracia”.
La conquista del
sufragio femenino tuvo lugar en 1949, año en el que se les concedió el derecho
a voto para las elecciones presidenciales y parlamentarias. Participaron por
primera vez en una elección presidencial en 1952, oportunidad en la que fue
electo Carlos Ibáñez de Campo.
Embajadora en
Naciones Unidas
Amanda Labarca también
tuvo una destacada presencia a nivel internacional. En 1925 asumió la tarea de
ser la representante chilena ante el Consejo Interamericano de Mujeres. En
1946, durante el gobierno de Gabriel González Videla, Chile la acreditó como
delegada plenipotenciaria a la Primera Asamblea de las Naciones Unidas, y en
1948 y 1949 fue jefa de la Comisión Estatus de la Mujer, en el mismo organismo
internacional.
Durante todo este
tiempo, estuvo ligada estrechamente a la Universidad de Chile hasta que jubiló,
en diciembre de 1955. Ocho años después sería designada Profesora Emérita de la
Facultad de Filosofía y Educación, un importante grado académico sólo concedido
a muy destacados profesionales. En todo caso, continuó con sus actividades
políticas: en 1961 creó la Liga Cívica Femenina y, en 1967, la Confederación de
Organizaciones Femeninas, que presidió hasta 1970.
En 1969 fue
designada miembro de la Academia de Ciencias Políticas, Sociales y Morales del
Instituto de Chile, y en 1971 fue designada directora honoraria de la Comisión
Nacional Chilena de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación,
la Cultura y la Ciencia (UNESCO).
La Universidad de
Chile en 1976 –un año después de su muerte- fundó en su memoria el Premio
“Amanda Labarca”, destinado a reconocer los méritos de una mujer universitaria
una vez por año.
Su antiguo jefe, el ex rector de la Universidad de Chile,
Juvenal Hernández, la describió en 1975 como sigue: “Es una de las mujeres de
más talento que ha producido este país… fue historiadora de la educación, gran
maestra, profesora de Filosofía y de Psicología, escribía en la prensa
permanentemente, intervenía en el Partido Radical, recibía en su casa. No había
profesor eminente que llegara a Chile que no estuviera en la tertulia de Amanda
Labarca… Es una mujer extraordinaria. Yo espero que la historia de esta mujer
tendrá que hacerle justicia en la forma que merece”.
(www.memoriachilena.cl/ Jaime Caiceo Escudero, “AMANDA
LABARCA: SU PREOCUPACIÓN POR LA LITERATURA, LA EDUCACIÓN Y LA MUJER”, Revista
HISTEDBR On-line, Campinas, nº 64, p. 4-20, set2015 – ISSN: 1676-2584)
Amanda Labarca y su pensamiento educativo
A partir de su
obra –escribió numerosos textos sobre pedagogía (Nuevas Orientaciones de la
Enseñanza, Evolución de la Segunda Enseñanza, Historia de la Enseñanza en
Chile, Bases para una Política Educacional, Nuevo Silabario Americano, entre
otros)- se puede concluir que su preocupación permanente fue la educación de su
país.
“Su interés está
en hacer que la educación en Chile sea más democrática, es decir, se
universalice, especialmente la educación secundaria; que haya experimentación
educativa en el país para mejorar las metodologías de enseñanza; que los
estudiantes reciban una sólida formación moral libertaria y laica. Para
comprender mejor lo anterior recurre a la historia de la educación -tanto en
Chile como en Estados Unidos- y aspira a que gracias a la educación la sociedad
se fortifique en los ideales democráticos, sea más colaboracionista y que sus
miembros, al estar más educados, sean agentes de progreso en fraternidad
social, cooperativa y solidaria y alcancen un desarrollo físico y moral íntegro.
Postula que el fin de la educación es la consecución de la felicidad colectiva.
Como se puede desprender de lo anterior, la pedagogía de la Escuela Nueva,
especialmente de Dewey, está claramente presente, como, al mismo tiempo, sus
principios masónicos.
Considerada como una de las mujeres más sobresalientes
del siglo XX. Mujer de ideales progresistas, democráticos y laicos, por ende,
de tendencias radicales, aspiró y ayudó al progreso de una educación para
todos, así como por una sociedad igualitaria”.
(Jaime Caiceo
Escudero, “AMANDA LABARCA, IRMA SALAS Y MABEL CONDEMARÍN, TRES EDUCADORAS
LAICAS Y FEMINISTAS DEL SIGLO XX EN CHILE”, Rev. Teoria e Prática da Educação,
v. 13, n. 1, p. 105-116, jan./abr. 2010)
https://www.revistadeeducacion.cl/amanda-labarca-educadora-feminista-y-embajadora-chilena-2/
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