martes, 5 de marzo de 2024

Agatha Christie


 


(Torquay, Reino Unido, 1891 - Wallingford, id., 1976) Autora inglesa del género policíaco, sin duda una de las más prolíficas y leídas del siglo XX. Hija de un próspero rentista de Nueva York que murió cuando ella tenía once años de edad, recibió educación privada hasta la adolescencia y después estudió canto en París.

Se dio a conocer en 1920 con El misterioso caso de Styles. En este primer relato, escrito mientras trabajaba como enfermera durante la Primera Guerra Mundial, aparece el famoso investigador Hércules Poirot, al que pronto combinó en otras obras con Miss Marple, una perspicaz señora de edad avanzada.

En 1914 se había casado con Archibald Christie, de quien se divorció en 1928. Sumida en una larga depresión, protagonizó una desaparición enigmática: una noche de diciembre de 1937 su coche apareció abandonado cerca de la carretera, sin rastros de la escritora. Once días más tarde se registró en un hotel con el nombre de una amante de su marido. Fue encontrada por su familia y se recuperó tras un tratamiento psiquiátrico.

Dos años después se casó con el arqueólogo Max Mallowan, a quien acompañó en todos sus viajes a Irak y Siria. Llegó a pasar largas temporadas en estos países; esas estancias inspiraron varios de sus centenares de novelas posteriores, como Asesinato en la Mesopotamia (1930), Muerte en el Nilo (1936) y Cita con la muerte (1938).

La estructura de la trama de sus narraciones, basada en la tradición del enigma por descubrir, es siempre similar, y su desarrollo está en función de la observación psicológica. Algunas de sus novelas fueron adaptadas al teatro por la propia autora, y diversas de ellas han sido llevadas al cine. Entre sus títulos más populares se encuentran Asesinato en el Orient-Express (1934), Muerte en el Nilo (1937) y Diez negritos (1939). En su última novela, Telón (1974), la muerte del personaje Hércules Poirot concluye una carrera ficticia de casi sesenta años.

Quizá su mejor obra es una de las primeras, El asesinato de Roger Ackroyd (1926), en la que la autora se sirvió del relato en primera persona para ocultar y al mismo tiempo revelar la identidad del asesino. En El asesinato de Roger Ackroyd, el médico rural Sheppard no sólo representa el papel de ayudante del detective belga Hércules Poirot, sino que anota también los acontecimientos originados por un asesinato por envenenamiento ocurrido con anterioridad, un suicidio y el crimen mencionado en el título. Proyecta publicar cierto día su informe como uno de los pocos casos "no resueltos" por el famoso Poirot, y mantiene tan refinadamente encubiertos los datos relativos a su propio papel, que al final permite que el propio Poirot vea sus anotaciones.

Lo que según sus propias manifestaciones seducía a Agatha Christie de esta constelación era la necesidad de formular determinados pasajes del informe de una manera tan ambigua que al final, cuando Poirot reúne las piezas sueltas del rompecabezas, el consternado lector tiene que confesar que erróneamente no incluyó al farsante Sheppard en sus consideraciones. Esta refinada construcción ha convertido El asesinato de Roger Ackroyd en una de aquellas raras novelas policíacas cuya segunda lectura produce en el aficionado a este género más placer intelectual que la primera.

Desapareció el 3 de diciembre de 1926, y todavía llueven teorías explicativas del extraño suceso. La última en dar una aclaración es la escritora británica Lucy Worsley.  Asegura en su libro Agatha Christie, a very elusive woman, que se publica estos días, haber dado con la clave de la misteriosa evasión de la novelista británica.

Se ha buscado en los archivos de Agatha Christie y ha estudiado a fondo la entrevista que concedió al Daily Mail en 1928, dos años después del extraño episodio. Worsley concluye que la misteriosa fuga responde a un trastorno mental de la escritora. «Es innegable que había algo oscuro en su corazón: imaginaba asesinatos de niños», dice. Y había antecedentes de problemas mentales en su familia: un hermano de su madre se pegó un tiro, dos de sus primos se suicidaron también y una tía abuela estuvo internada en un centro psiquiátrico.

Los días previos a la desaparición, la escritora estaba «alterada», según contó la criada de su casa. No extraña porque era muy reciente la muerte de su madre, a la que estaba muy unida. Sufría el estrés de tener que entregar una nueva novela con la que no lograba avanzar. Y su marido le había confesado que estaba con otra mujer y quería casarse con ella. Se comprende que estuviera alterada.

El 3 de diciembre de 1926 preparó una maleta rápida con ropa elegida al tuntún, cogió un fajo de billetes y una fotografía de su hija, Rosalind, de 6 años, y llevó a la niña a casa de la abuela paterna. «Cuando su suegra le preguntó que por qué no llevaba el anillo de casada, Agatha soltó una risa histérica», cuenta Lucy Worsley. Antes de salir de casa, había llamado a la oficina de su marido y le dijeron que estaba de vacaciones.

Dejó a la niña con la abuela y condujo hasta una cantera. «Estaba muy abatida y decidida a acabar con mi vida», contó dos años después al Daily Mail. Entró en la cantera dispuesta a suicidarse estrellando su coche, pero recapacitó y cambió de idea.

Condujo entonces hasta Londres. En los almacenes Harrods compró una postal y se la envió a su cuñado Campbell Christie: le contaba que se iba unos días a un balneario. Abandonó el coche en Surrey y tomó un tren a Harrotage (Yorkshire), donde se registró en el hotel Swan Hydropathic con el nombre de Teresa Neele (el apellido de la amante de su marido) y dijo tener nacionalidad sudafricana. Otros huéspedes del hotel han contado que durante esos días la escritora no se relacionó con nadie. «Era muy esquiva», dijeron.

A pesar de su falsa identidad, un músico de la banda del hotel la reconoció y avisó a la Policía: Agatha Christie ya había publicado seis novelas y su cara aparecía en todos los periódicos.

En peligro la custodia de su hija

La prensa arremetió contra la escritora. La acusaron de haber montado un numerito para hacerse publicidad. La tildaron de «mala madre, cruel, manipuladora, intrigante», clamaban los periódicos. Lucy Worsley no entiende tanta saña con la autora de Muerte en el Nilo. «No tenía esa malevolencia. Era alguien vulnerable que no era responsable de sus actos. Muchas veces dijo que estaba enferma y no le creyeron». El diagnóstico que hace Worsley es el de fuga disociativa. Es un trastorno provocado por la presión. Según el Manual Merck de diagnóstico y terapia, «durante las fugas disociativas, las personas pierden algunos recuerdos de su pasado (o todos ellos) y pueden desaparecer incluso meses, abandonando familia y trabajo».

Agatha regresó a casa y por un tiempo pensó que podría arreglar su matrimonio, pero no fue posible: Archie quería el divorcio. Por eso –cree Lucy Worsley–, la escritora concedió la entrevista al Daily Mail en 1928 y se atrevió a comentar su intento de suicidio, a pesar de que entonces estaba penado y el estigma que caería sobre ella iba a ser inmenso. «Lo hizo para no perder la custodia de su hija y rebatir la imagen de mala madre, malvada e irresponsable que la prensa estaba dando de ella», argumenta Worsley.

Su reputación quedó dañada por el escándalo, pero las ventas de sus libros se dispararon y su carrera de escritora recibió un importante empujón. Ahora, su obra ha vuelto a la actualidad por la 'reescritura' de algunas frases de sus obras de la serie de Miss Marple y las novelas de Poirot para eliminar ciertos comentarios étnicos inapropiados y adaptarla a la actual 'sensibilidad de los lectores'.

Después del divorcio y con sus libros en alza, Agatha Christie viajó a Irak y conoció a Max Mallowan, un arqueólogo 14 años más joven que ella. Se casaron en 1930. Y fueron felices.

Agatha Christie ha tenido admiradores y detractores entre escritores y críticos. Se le acusa de conservadurismo y de exaltación patriótica de la superioridad británica. Pero se reconoce también su habilidad para la recreación de ambientes rurales y urbanos de la primera mitad del siglo XX de la isla inglesa, su oído para el diálogo, la verosimilitud de las motivaciones psicológicas de sus asesinos, e incluso su radical escepticismo respecto de la naturaleza humana: cualquiera puede ser un asesino, hasta la más apacible dama de un cuidado jardín de rosas de Kent.

Además de investigadores ocasionales, como un voluminoso y burocrático detective, imitación del míster Pond de G. K Chesterton, o una pareja de jóvenes espías ingleses adiestrados en la Primera Guerra Mundial, inventó dos de los detectives más famosos del género: Hércules Poirot, belga residente en Londres, ayudado por un inepto coronel Hastings que homenajea al Watson de Arthur Conan Doyle, y Miss Marple, una solterona chismosa que extrae de lo observado en su pueblo natal, St. Mary Mead, el saber necesario para descubrir, mediante sorprendentes analogías, la autoría de crímenes misteriosos en las casas de campo o en los hoteles y balnearios que suele visitar.

Fue también autora teatral de éxito, con obras como La ratonera o Testigo de cargo. La primera, estrenada en 1952, se representó en Londres ininterrumpidamente durante más de veinticinco años; la segunda fue llevada al cine en 1957 en una magnífica versión dirigida por Billy Wilder. Utilizó un seudónimo, Mary Westmaccot, cuando escribió algunas novelas de corte sentimental, sin demasiado éxito. En 1971 fue nombrada Dama del Imperio Británico.

https://www.elcorreo.com/xlsemanal/personajes/agatha-christie-desaparicion-once-dias-identidad-falsa-misterio.html

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/christie.htm

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